Fin de la tierra, señor de las tormentas, mirador al Fin del Mundo
Es una lengua de tierra que se adentra en las aguas del océano Atlántico formando parte de la belleza salvaje de la Costa da Morte. Aunque hay cabos más occidentales que el de Finisterre, Cabo da Roca en Portugal, el de Touriñán en Muxía o el de la Nave en el mismo ayuntamiento de Finisterre, el del Fin de la Tierra se ha llevado siempre el título y el honor de ser el más occidental de la Europa continental. Desde su acantilado se pueden ver los islotes de O Petonciño y de A Centola. Además en días claros y despejados la vista alcanza hasta el Monte de Santa Tecla, queriendo intuir como el río Miño cede sus aguas al océano. También la panorámica de la ría de Corcubión, la costa de Carnota o el monte Pindo roban protagonismo a las embravecidas aguas marinas que se baten a sus pies. Su forma, su situación y su difícil accesibilidad hizo que en el pasado las gentes lo rodearan de un halo enigmático y misterioso, y con ello muy proclive a ser escenario de fabulas y leyendas, siendo objeto de estudio de historiadores y geógrafos como Plinio y Estrabón que situaron en el lugar el llamado Portus Artabrorum o localizaron el conocido como Promontorium Nerium o Celtici. Aquí también se ubicaba el templo celta dedicado al Sol, el santuario Ara Solis, así mismo se dice que las aguas que baten su acantilado rocoso esconden los restos de la legendaria ciudad de Dugium.
El cabo de Finisterre ha sido testigo de grandes contiendas militares. Flotas enteras se han visto devastadas por los temporales, como le sucedió a la Segunda Armada Invencible, que de sus más de cien barcos se hundieron veinticinco y las demás fueron a la deriva apareciendo incluso en puertos distantes. Si se observa desde el mar, el conjunto formado por los tres edificios, faro, semáforo y sirena, asemejan una fortaleza. El Faro fue construido en 1.853 y su luz, que al principio era producida por lámparas de aceite, llega a ser vista hasta una distancia de más de 50 kilómetros. El edificio que aloja a la Sirena, la Vaca de Finisterre, como se la conoce, entró en funcionamiento en el año 1.889 y en los días de niebla, cuando la luz del faro es atenuada por este fenómeno atmosférico, su sonido grave se escucha en la lejanía. El tercer inmueble es el Semáforo, que construido en el año 1.879, su misión era la de emitir señales para la marina de guerra y hoy en día es un edificio dedicado al servicio turístico. Cercano al faro se puede ver el monumento al Emigrante, hecho en 1.993 por Agustín de la Herrán de Matorras.
Pero el mayor atractivo de este paraje, lo que a través de los siglos ha cautivado a gentes y culturas de todo el mundo, es su puesta de sol. Colocarse en el mirador o sentarse entre las rocas y esperar a que la gran estrella, en su caminar diario, venga a sumergirse y reposar en el mar y, después de una explosión de colores y destellos en el cielo y en las aguas, apague su luz para dejar que la noche extienda su oscuro manto, es una visión que se guarda en la retina y que te inunda de sensaciones inenarrables.
Las ruinas de la ermita de San Guillermo, en lo alto del Monte Facho, son mezcla de leyenda y tradición. Según la leyenda fue el propio Santiago quien mandó construirla en este lugar con el fin de cristianizar los cultos paganos que aquí se daban. El lugar se asocia con el Ara Solis, planicie donde se rendía culto al sol y donde se hacían ritos de fecundidad, pues había una gran losa conocida como a cama do santo y donde según la tradición, dormían los matrimonios estériles para poder concebir hijos. Esta tradición popular perduró en el tiempo y hasta la ermita llegaban las mujeres de la zona para pedir al Santo por su fertilidad.
En la carretera de subida al faro de Finisterre y cercano a él, se encuentra el cementerio municipal, diseñado por César Portela y conocido hasta no hace mucho por ser el cementerio sin muertos, que llama la atención por no asemejarse en nada al concepto tradicional de un camposanto, sino que es una curiosa obra formada por grandes cubos situados en el borde del mar. Si se sube hasta la cima de Monte Facho se pueden ver los restos de lo que fue la ermita de San Guillermo, y en el suelo un roca que parece ser un sepulcro antropomorfo. Para llegar a los restos de esta ermita, hay que tomar la carretera que lleva al faro y unos 300 m antes de llegar hay un desvío a la derecha que se dirige a la antigua estación de radiotelegrafía, desde aquí parte una pista que en unos 400 m nos lleva a la ermita. También en la cumbre de este monte se ubicaron en el pasado las primeras hogueras para señalizar el peligro de las costas. El cabo de Finisterre es el punto final del sendero de gran recorrido denominado GR-1 que comienza en Ampurias, Gerona.
El Cabo de Finisterre guarda un sin fin de leyendas y a su alrededor los lugares donde cobran vida; las piedras manchadas de vino; las piedras santas, que son dos grandes y redondas piedras sobre las que se cuenta que descansó la Virgen y a las que se les atribuye ciertos poderes o la tumba de Orca Vella, leyenda que cuenta que Orca Vella era una malvada bruja disfrazada de bella mujer bárbara que tenía atemorizadas a las gentes del lugar. Un día viendo llegar su final decidió excavar una tumba y enterrase en ella con un muchacho al que tenía hechizado, al verse enterrado el pobre zagal comenzó a gritar y ante su alaridos acudieron las gentes con intención de ayudarle pero no consiguieron hacer nada pues cuando se acercaban a la tumba de ella salían un gran número de serpientes.
Para llegar hasta la localidad de Fisterra antes lo tenemos que hacer a la de Cee por alguna de las carreteras que llegan a ella. Bien por la AC-552 que lo hace por el norte, desde A Coruña pasando por Carballo y Berdoias o bien por el sur por la AC-550 que recorre toda la costa desde Muros hasta Cee. Una vez en Cee debemos seguir la AC-445 hacia Corcubión y Sardiñeiro de Abaixo, esta carretera nos llevará sin pérdida hasta la localidad de Fisterra. Por supuesto son varias las carreteras locales a través de las cuales podemos enlazar en uno u otro lugar con el trazado que lleva hasta esta localidad. Fisterra cuenta con servicio de autobuses que lo conectan con Santiago de Compostela y con La Coruña todos los días de la semana en diferentes horarios. La estación de autobuses está situada en la rúa Federico Ávila, s/n y el número de teléfono para ampliar información es el 981 706 005.
Al llegar a Fisterra debemos estar atentos ya que nada más entrar tendremos que desviarnos para seguir la carretera que atraviesa la localidad por las afueras, alejada del puerto pesquero. Esta carretera será la encargada, ya sin más desvíos, de conducirnos por la escarpada costa hasta el Cabo de Finisterre, donde encontraremos un amplio aparcamiento donde poder dejar nuestro vehículo.
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