Santa María de Huerta, Soria (0)
Románico, gótico, cisterciense, barroco, plateresco
Se encuentra en la villa a la que le da nombre, a orillas del río Jalón, al sureste de la provincia de Soria. En 1.142 se estableció en Cántabos una comunidad de monjes cistercienses llegados de la abadía francesa de Berdoues. Este cenobio, origen del Monasterio de Santa María de Huerta y una de las primeras fundaciones del Císter en España, se ubicó en un lugar donde el agua era escasa y por eso se decidió su traslado a las tierras cercanas al río Jalón. Desde el año 1.151 se trabajó en el traslado a Huerta, llevándose a cabo en el 1.162. Pero fue Alfonso VIII en 1.179 quien puso la primera piedra del monasterio; bajo su reinado el Cister tomó un gran auge, y su primer abad elegido, Martín de Finojosa, se encargó de la organización de la nueva casa cisterciense y de dar impulso a su construcción y asentamiento. El Monasterio de Santa María de Huerta, situado en la frontera de los reinos de Castilla y Aragón, fue dotado con privilegios, tierras y exenciones por ambos reinos.
El monasterio sufrió la guerra entre los Pedros, el Cruel y el Ceremonioso, en la segunda mitad del siglo XIV, comenzando una etapa de decadencia que duró hasta que a finales del siglo XV se adhirió a la reformada Congregación Cisterciense de Castilla, lo que le dio una larga época de prosperidad, logrando recuperar una más que floreciente hacienda que en el siglo XVI permitió emprender obras de ampliación del monasterio bajo el patronazgo de Carlos V y Felipe II. El siglo XVIII con sus vaivenes políticos, además de diversos aconteceres climatológicos, inundaciones...trajo para el monasterio una nueva época de decadencia que continuo en el siglo XIX con la Guerra de la Independencia y más tarde la Desamortización de Mendizábal, con la exclaustración, llevó al cierre y abandono del monasterio, en 1.846 fue vendido en pública subasta. En 1.930, con la muerte del marqués de Cerralbo, que gracias a su trabajo y afán el monasterio pudo salvarse de la ruina total y en 1.882 ser declarado monumento nacional, y cumpliendo su voluntad, volvieron a ocuparlo y cuidarlo los monjes cistercienses llegados de la abadía de Cóbreces en Cantabria.
Una puerta monumental, del siglo XVI y ampliada en el XVIII, abierta en los lienzos de los muros medievales que cercaban el Monasterio de Santa María de Huerta y que brindaban a sus monjes protección y sobre todo el aislamiento que necesitaban en su día a día de oración y trabajo, recibe al visitante que al traspasarla puede admirar de frente la fachada de la iglesia con su bonita portada y el inmenso rosetón de más de ocho metros de diámetro que, junto al refectorio gótico, se han convertido en santo y seña del Monasterio de Santa María de Huerta. La iglesia, que comenzó a construirse en el siglo XII y se finalizó al rededor del XIV, guarda en su interior los sepulcros y urnas románicos de la familia Finojosa y está presidida por un magnifico retablo barroco del siglo XVIII. La visita al conjunto y dependencias monásticas comienza en el claustro herreriano del siglo XVII, de dos pisos, y en medio, las estatuas de San Martín de Finojosa y Rodrigo Ximénez de Rada. Las partes más antiguas del monasterio que se pueden visitar son, el refectorio de conversos y la cilla o almacén, ambos del siglo XII.
El claustro gótico con su primera planta del siglo XIII y el piso superior de estilo plateresco construido en el siglo XVI. Paseando por este claustro se puede admirar los restos de la sala capitular, y la escalera real, la cocina y su famoso refectorio o comedor de monjes cuya construcción se inició en 1.215, obra maestra del arte cisterciense y muy posiblemente la sala más celebre del Monasterio de Santa María de Huerta. Está sala tiene una altura casi comparable a la de la iglesia, con bóvedas sexpartitas y grandes ventanales y una preciosa escalera de arcos, abierta en el muro, que da acceso al púlpito desde donde el monje de turno leía los pasajes bíblicos mientras el resto de la comunidad comía en silencio. Este bello lugar, donde las piedras están en consonancia con la espiritualidad, el silencio y la armonía, no deja impasible al visitante que además puede disfrutar de un paisaje y un entorno tan espectacular como son los Sabinares del Jalón a través del sendero de gran recorrido GR 86 que enlaza a Santa María de Huerta con otras localidades como Montuenga de Soria, Iruecha, Judes y Layna. Senderismo que recorriendo caminos, veredas, cañadas y pistas, acercan a lugares de gran valor cultural, ambiental y paisajístico.
Los llamados monjes blancos, la Orden del Cister, tienen su origen en el año 1.098 cuando San Roberto y veintiún monjes más eligieron el aislado y desconocido lugar de la Borgoña francesa, llamado Citeaux, para comenzar la observancia literal de la Regla de San Benito y fundando en él un monasterio. El nombre cisterciense, el Cister, es pues una castellanización de les citeauciennes o pobladores de Citeaux.
Los hermanos conversos eran laicos acogidos por los monjes para que se encargaran del cuidado de las huertas y las granjas por lo general algo alejadas del monasterio.
Según la historia oral la imagen de la Virgen, que se venera en el monasterio de Santa María de Huerta, la Virgen de las Navas, es la que llevaba el arzobispo Ximénez de Rada en la famosa batalla de las Navas de Tolosa.
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Santa María de Huerta se encuentra junto a la A-2 que une Madrid con Zaragoza, la carretera CL-116 la une con Almazán. Santa María de Huerta cuenta con servicio de autobús que en diferentes horarios y de lunes a sábado la conectan con Soria y Almazán. En Santa María de Huerta tienen parada diariamente trenes que la unen con Madrid y Zaragoza.
En pleno trazado de la antigua N-II a su paso por Santa María de Huerta encontramos el desvío señalizado que se adentra en la localidad y que tras atravesar la vía férrea nos conduce hasta el aparcamiento habilitado a escasa distancia del monasterio, donde podremos estacionar nuestro vehículo para posteriormente recorrer a pie la distancia que nos separa de él.
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