Puente Villarente (León) (0)

¿Sabías que... Puente Villarente

Está situado en la margen derecha del río Porma que recibe, en la zona, las aguas del río Moro. Puente Villarente, cuyo origen y desarrollo gira en torno al puente sobre el Porma, tiene reminiscencias altomedievales. Junto al puente, el canónigo de la Catedral de León y arcediano de Triacastela, don Andrés Pérez de Capillas, fundó en el siglo XVI un hospital de peregrinos llamado Virgen Blanca. En los años 1720-1730 aún funcionaba el hospital pero, según documento del año 1756, éste se cerró y sólo seguía abierto un mesón que estaba al lado y que servía de hospedaje a los viajeros. Históricamente el término se vincula a la Hermandad de La Sobarriba, que era un movimiento popular de unión de los pueblos rurales para hacer más fuerza de sus derechos frente a los núcleos urbanos.

Para descubrir ¿Qué ver en Puente Villarente?

En Puente Villarente, nada más pasar el puente, se puede ver todavía, reconvertida pero conservando estructuras y arquitectura, la vieja casa-mesón que estaba al lado del hospital, de aspecto noble y con una amplia puerta de arco rebajado en piedra y un bonito balcón. La nueva iglesia parroquial de San Pelayo conserva en su interior numerosas obras de arte, de diferentes siglos, de la desaparecida, por ruina, anterior iglesia. En el Museo de León se conserva una tabla del martirio de San Pelayo del siglo XV que pertenecía a un retablo de la desaparecida iglesia. Además Puente Villarente es un punto de importancia en la zona al ser cruce de carreteras entre las que se cuentan las que acceden a las pistas de esquí de San Isidro.

Fiestas

Puente Villarente celebra sus fiestas patronales en honor a San Pelayo a últimos de junio principios de julio.

Curiosidades

Un burro trasladaba a los peregrinos enfermos, desde el hospital de peregrinos de Villarente a León, con lo que podría considerarse como la primera ambulancia en la ruta jacobea.

Leyenda

Cuenta la leyenda que un peregrino navarro llamado Pedro llegó hasta Puente Villarente enfermo y en muy mal estado y la gente del lugar lo alojó en el hospital dudando en que su curación fuera posible. Lo atendieron con esmero sobre todo una muchacha de Sahagún, Isabel se llamaba, que estaba de visita en casa de unos familiares antes de partir para Andalucía. Pedro poco a poco, como si de un milagro se tratase, fue recuperando la salud bajo la atención continua de la muchacha que se había convertido en su enfermera. En los largos días de convalecencia Pedro e Isabel daban paseos y disfrutaban de la naturaleza a orillas del río Porma y hablando y paseando, paseando y hablando, se enamoraron. Tras su recuperación llegó el día en que el chico debía continuar con la peregrinación, la víspera estando sentados baja uno de los arcos del puente, Isabel tomó la mano de Pedro y con una navaja grabó en la piedra su contorno, después puso la suya encima de la huella y pidió al muchacho que hiciera lo mismo, quedando el contorno de la mano de la chica dentro de la del chico, luego Isabel grabó en el centro una cruz y dijo" Pedro, si me juras por Dios, Nuestro Señor, que a tu vuelta de Santiago, dentro de treinta y cinco días por tanto, el catorce de marzo estarás aquí mismo, yo, a mi vez, te juro que no me iré a Andalucía. Nos casaremos y marcharemos juntos a tu Navarra". El peregrino lo juró y ella añadió "Cuando regreses pon tu mano sobre esta cruz y di "Isabel, ven" y yo volveré y poniendo mi mano también sobre ella no nos separaremos nunca jamás, pero tiene que ser ese día y no otro, pues sino pensaré que me has olvidado y marcharé con mis padres para Andalucía. En el viaje de regreso de Pedro después de haber llegado a Santiago llovió torrencialmente, lo que no le impidió estar la víspera del día acordado en los alrededores de Puente Villarente, pero no dejaba de llover y el Porma bajaba bravo y anegando todo a su paso lo que le hizo a Pedro temer lo peor y que no podría reencontrarse con su amada perdiéndola para siempre. Con esos miedos y pesadillas se puso a rezar encomendándose a Santiago y suplicándole un milagro. A la mañana siguiente, después de una noche en la que el rugir del río no presagiaba nada bueno, vio como el puente había sido dañado pero sus escombros habían rodado arrastrando con ellos grava y cantos rodados que habían formado un especie de dique dando lugar a un pasillo que le permitió llegar hasta las manos con la cruz gravada en su interior y cuando puso su mano y llamó a su amada vio como ésta se acercaba corriendo por el camino que milagrosamente se había hecho. La gran riada fue la del año 1396, o sea que las manos y la cruz las grabaron esta pareja de enamorados mes y medio antes y si hoy las buscáis quizá las encontréis en uno de los primeros ojos del puente.