Molinaseca (León) (0)

¿Sabías que... Molinaseca

Rodeada de redondeadas sierras en cuyo valle se asienta a orillas del río Meruelo, está situada muy cercana a Ponferrada. Con una importante situación estratégica, Molinaseca ha sido durante siglos la vía natural de paso desde el Bierzo y Galicia hacia la Meseta. Por aquí discurría la Vía Augusta y desde luego, desde el medievo, la ruta jacobea. La primera vez que se nombra a Molinaseca fue en el siglo XI, pero cuando ya aparece en los escritos como núcleo poblacional independiente es en él XII. Era propiedad real y dependía directamente de la autoridad regia, aunque fue donada al conde Ramiro Froilaz, sobrino del Cid, quien en 1193 repartió el señorío en tercios, dando un tercio al Monasterio de Carracedo, otro a la Abadesa de Carrizo y el tercero al obispo de Astorga. El origen de Molinaseca está vinculado al Camino de Santiago y al Puente de Peregrinos por donde se entra en el pueblo. En el siglo XI los peregrinos que aquí llegaban eran acogidos en los hospitales con los que contaba Molinaseca, que pudieron ser hasta cuatro, de esta época son también sus primeras ermitas. A finales del siglo XII, a este importante enclave jacobeo le fue concedido fuero. Hoy en día Molinaseca es un pueblo dinámico y actual pero sin perder ese aspecto de lugar tradicional que ha visto pasar siglos de historia.

Para descubrir ¿Qué ver en Molinaseca?

Como en una atalaya, cuidando del pueblo y antes de cruzar el Meruelo, se encuentra el Santuario de las Angustias, edificio barroco de finales del siglo XVII, cuya cabecera parece incrustarse en la montaña. Para adentrase en Molinaseca al visitante se le brinda el bonito puente llamado del Peregrino, de estilo románico con siete arcos, que sobre el río Meruelo sirve para ir tomando conciencia de lo que la Calle Real le va a ofrecer, casas blasonadas con balconadas unas de forja y otras de madera, casas palaciegas con sus torreones..., y en la que desembocan angostos callejones con rústicas construcciones, el final de la calle nos lo marca el crucero del Santo Cristo, que ocupa al parecer el mismo sitio donde estuvo ubicado otro más antiguo. En lo alto de la villa, la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari, es de origen medieval aunque el actual templo tiene factura neoclásica del siglo XVII, con una elegante torre-campanario y un gran reloj, en su interior destaca la escultura del Cristo Crucificado, en la que sus rasgos le dan una dolorosa fragilidad y que pudo ser realizada entre los años 1300 y 1340. Molinaseca además cuenta con una atrayente playa natural donde el remanso de las aguas del río incita a combatir el calor de los días veraniegos a la vez que asemejan a un gran espejo donde se mira y admira su puente. Y para que nada quede al azar es imprescindible disfrutar, en sus numerosos mesones, su rica gastronomía.

Fiestas

Las fiestas patronales de Molinaseca son el 15 y 16 de agosto en honor a la Virgen de las Angustias y a San Roque.

Tradiciones

Es tradición en Molinaseca y con ocasión de las fiestas de la Virgen de las Angustias, procesionar la imagen de la Virgen, conocida y llamada muy cariñosamente por la gente del lugar la Preciosa, por las calles del pueblo. Para este evento los balcones se engalanan con mantones y banderas y desde ellos se arrojan pétalos de flores al paso de la Virgen que en esta ocasión es llevada a hombros por las mujeres del pueblo ataviadas con vestidos y pañuelo negros.

Curiosidades

El 17 de agosto se celebra en Molinaseca la Fiesta del Agua, donde el único requisito es acudir armado con calderos. Su origen viene del año 1954 cuando en el jolgorio de la celebración de una boda a los invitados se les ocurrió la idea de abrir un poco las compuertas, como habitualmente se hacía para regar y limpiar las calles del pueblo, el agua corrió por las calles y los allí presentes comenzaron a mojarse unos a otros con cubos. Desde entonces se ha hecho todos los años hasta que se ha convertido en una tradicional fiesta.

Leyenda

Las puertas de madera del Santuario de las Angustias tuvieron que ser protegidas con chapas de metal porque los peregrinos y devotos se las iban llevando en pequeñas lascas y astillas como reliquias.