Sarria (Lugo) (0)

¿Sabías que... Sarria

Está ubicada al amparo de una colina deslizándose en su ladera, a orillas del río homónimo y en el centro del sur de la provincia de Lugo. El municipio de Sarria lo componen cincuenta y dos parroquias. El peregrino que sigue el Camino de Santiago entra en el Concello de Sarria por la aldea de Perros, si viene de Samos y se une con el que lo hace por San Xil y que entra en Sarria por Pintin y Calvor, en Aguiada para ya juntos recorrer San Mamede do Camiño y entrando por el barrio de Vigo visitar Sarria, capital del municipio, y encaminar sus pasos hacia Vilei, Barbadelo, Rente, A Serra, A Pena, Peruscallo, Cortiñas, Lavandeira, A Brea y Mogarde antes de abandonar el municipio. En el municipio de Sarria, restos de monumentos funerarios megalíticos dan prueba de asentamientos poblacionales ya en el neolítico. De la Edad de Bronce le quedan secuelas en los Petroglifos. Por toda la zona hay numerosos castros y los romanos también dejaron su impronta en el lugar, pues se conservan estelas funerarias y restos de dos villas romanas en Vilar de Sarria y San Antolín.

Un poco más de historia

Pero en verdad la historia de este municipio comienza con las peregrinaciones a la tumba del Apóstol. A finales del siglo XII el rey Alfonso IX funda Vilanova de Sarria otorgándole fuero y la convierte en villa de realengo. El mismo rey moriría en la villa en el año 1230. Desde el siglo XIII el señorío de Lemos y el de Sarria han ido al unísono y Don Álvaro Núñez Osorio recibirá, durante el reinado de Alfonso XI allá por el siglo XIV, el título de Conde de Trástamara, Lemos y Sarria. En el siglo XVIII la casa de Lemos y todas sus pertenecías pasan a manos de la Casa de Alba, pues el último conde de Lemos murió sin sucesor. En el siglo XIX, la invasión francesa, las desamortizaciones y las Guerras Carlistas dejan su huella en la villa, pero a finales de ese siglo la localidad comienza a resurgir, la llegada del ferrocarril y la consiguiente mejora de comunicaciones hacen que la actividad económica y comercial aumente y con ello se creen nuevos barrios, escuelas y hospitales. Hoy Sarria es una localidad vital y dinámica, capital de una fértil y rica comarca.

¿Qué ver en Sarria?

El casco antiguo de la medieval villa de Sarria habla de historia y grandeza. En la Rúa Maior el visitante encuentra bonitas casas con galerías, palacios del siglo XVIII y el Hospital de San Antón, hoy es el edificio del actual juzgado, fue construido en el siglo XVI y estuvo en uso hasta el año 1821. La iglesia de San Salvador del siglo XIII y la de Santa Mariña, que en sus orígenes fue románica pero el edificio actual es del siglo XIX, y en la parte más alta, custodiando la localidad como lo hiciera desde muchos siglo atrás, se encuentra lo que se ha convertido en su emblema, el torreón de Sarria, que es parte de la antigua fortaleza que fue levantada en el siglo XIII y destruida en el año 1467 durante las revueltas irmandiñas. El Monasterio de la Magdalena, es otro de los monumentos representativos de Sarria, fue fundado sobre una ermita por dos frailes italianos, el conjunto monacal fue construido entre los siglos XIII y XIV y reconstruido en el XVI. La prisión preventiva, la casa Vaamonde, que es el actual ayuntamiento, la capilla de San Lázaro, del siglo XV, todo se puede ver a vista de pájaro desde un bonito mirador que presidido por un crucero domina la casi totalidad de la localidad. Pero en Sarria también se disfruta de la naturaleza en sus parques y paseos que a la vera de los ríos Sarria y Celorio invitan a ello y donde también se sitúa, en la zona del Malecón, una gran oferta de restauración donde poder degustar la rica gastronomía que Sarria ofrece.

Para descubrir

Al lado del Torreón está el Campo da Feira donde se celebra una de las ferias más visitadas e importantes de la provincia y en la que se exhibe ganadería, productos típicos de la tierra y otros enseres. En el entorno de Sarria las actividades al aire libre hacen también las delicias de los amantes de la naturaleza. Además las aldeas de Sarria también guardan vestigios de la historia de la zona. En Perros llama la atención una humilde y bonita capilla dedicada a Nuestra Señora del Camino. En Calvor la restaurada iglesia de Santo Estevo se sitúa donde otrora hubo un monasterio. La capilla de la Asunción de Aguiada; la iglesia de Santiago en Barbadelo, O Mosteiro como también se le llama, declarada monumento nacional en 1976, es un gran ejemplo del románico gallego del siglo X y conserva un cierto aire de fortaleza, formaba parte de un monasterio que funcionaba como hospital de peregrinos y dependía del de Samos. En Rente, A Serra, A Pena, Lavandeira y A Brea donde los robledales, las corredorias, caminos y atajos con arroyos sorprenden al intrépido visitante. Entre Peruscallo y Cortiñas la iglesia románica de Santa María de Belante. En Morgade una curiosa fuente, la Fonte do Demo cuyo caño sale de la boca de una figura demoniaca. La casa de Morgade que hoy está muy deteriorada y la capilla de Trindade también forman parte del importante patrimonio del municipio de Sarria.

Fiestas

Sarria celebra sus fiestas patronales en honor a San Xoán el 24 de junio a Santa Mariña la festeja el 11 de agosto y el 31 de ese mismo mes celebra la Noite Meiga.

Tradiciones

Según la tradición que se oye en el Camino, hasta Barbadelo llegaban los criados de los hosteleros compostelanos para engañar y embaucar a los peregrinos ofreciéndoles posadas y servicios y cuando accedían a ellos les timaban y estafaban.

Curiosidades

Yo no creo en las meigas, pero haberlas hay las. En Sarria, como en otras localidades gallegas, se celebra el último sábado de agosto la Noite Meiga. Lógicamente los protagonistas de la fiesta no pueden ser otros que, las meigas, los trasgos, la oscuridad, los seres mitológicos. Es una fiesta pagana donde la mitología y el misterio se encuentran en los lugares más ocultos y que hacen viajar al visitante a épocas lejanas. En esta fiesta el acontecimiento más importante es la Danza de la Noite Meiga.

Leyenda

Cuenta la leyenda que en la aldea conocida por Castelo dos sete Infantes hubo en otros tiempos un castillo. Un día el joven señor de la fortaleza tuvo que partir, para luchar al lado del rey, a tierras santas dejando a su esposa embarazada del que sería su primogénito y marchó con la promesa y esperanza de volver para su nacimiento. Llegado el momento de tan feliz acontecimiento el joven esposo no pudo asistir al nacimiento de sus hijos, si sus hijos, pues fueron siete los que vinieron al mundo. Asustada la joven madre decidió quedarse con el primer niño que había nacido y hacer desaparecer los demás, pues pensaba que su esposo no habría de entender tal parto. Llamó a una de sus sirvientas de suma confianza para que se encargara de ello y la mujer colocando a los infantes en una cesta se dispuso a cumplir con el mandato y se encamino hacia el río pero en el camino se encontró con el señor del castillo que volvía de sus batallas, al verla le pregunto qué de donde venía y al contestar ésta que era criada del castillo, con ansiedad le preguntó por el estado de su esposa a lo que la mujer le contestó que había sido padre de un precioso niño. Luego se interesó por lo que llevaba en la cesta y cuando la buena sirvienta iba a decirle que eran unos perritos uno de los niños comenzó a llorar, al levantar la manta que les cubría la mujer le contó la encomienda que le habían ordenado a lo que el señor le dijo que él se encargaría de sus hijos pero que ella tenía que guardar el secreto, entonces el joven padre los llevó a casa de uno de sus vasallos para que crecieran bajo su tutela. Pasaron los años y llegó el momento de celebrar la mayoría de edad del primogénito, para ello se preparó una gran fiesta y en medio de ella, cuando todo era jolgorio y alborozo, el señor Gayoso, pues así se llamaba el dueño del castillo, pidió un momento de silencio y dirigiéndose a los invitados les dijo orgulloso: esta fiesta no es solo para agasajar a mi querido hijo al que ya conocéis, sino también a sus otros seis hermanos gemelos que mi buen amigo el señor de Osorio me ha hecho el favor de criar y educar, y los cuales merecen también mi amor y los honores de mi casa, que es la suya, y entraron entre aclamaciones los seis infantes junto a su mentor. Fue tan grande la impresión de la esposa al ver a sus hijos a los que creía muertos, que se desvaneció y murió.