Una de las ruinas más bellas de las Merindades
Se encuentra en una ladera sobre el río Ebro, al comienzo del escondido Valle de Manzanedo, en las Merindades de Burgos, dentro del parque natural del alto Ebro y Rudrón. Fue uno de los monasterios cistercienses más importantes del norte de Burgos, siendo el referente y eje central del desarrollo de gran parte del Valle de Manzanedo. Antes de que el Monasterio Santa María de Rioseco se estableciera en el lugar, el valle y su entorno ya había sido elegido por eremitas para vivir su retiro y espiritualidad. El cenobio de Santa María de Rioseco aparece citado por primera vez en el año 1.171 en un escrito en el que los hijos de Martino Martini de Uizozes se lo donan al Císter de Quintanajuar.
El rey Alfonso VIII, en su afán por pacificar la frontera de Castilla con Navarra, por medio de donaciones convence a los monjes de Quintanajuar para que se trasladen a San Cipriano Montes de Oca en La Rioja. Hecho éste que ocurre en el año 1.184, pero veinte años más tarde, sin permiso de sus superiores ni del rey, la comunidad cisterciense regresa a Rioseco, al mismo lugar del que habían salido. Por causa de una importante inundación que en el año 1.216 asoló el monasterio, los monjes decidieron, esta vez con el beneplácito del Capítulo General, construir un edificio nuevo en un altozano próximo, lugar donde hoy se encuentra, al que se trasladaron en el año 1.236. Desde aquí la comunidad de monjes comienza a afianzarse formando un coto redondo en torno al monasterio, extendiendo su dominio agrícola y ganadero. Familias enteras trabajaban en sus granjas, molinos, batanes y ventas. Se dice incluso que los monjes introdujeron los frutales en el Valle.
Este monasterio cisterciense ejerció sus dominios sobre gran parte de la zona norte de Burgos y llegó a contar con un importante número de miembros en la comunidad. En el recinto monástico, cuya primera construcción se puede datar de entre los siglos XIII y XIV y que constaba de iglesia, claustro, sala capitular y hospedería, estaban también las dependencias de los monjes, pero separadas de la hospedería y el hospital donde se atendía a los viajeros y enfermos. El monasterio pasó después por varias reformas, tuvo su época renacentista y en el siglo XVII afronta, dentro del barroco, la construcción del actual claustro e importantes obras en el interior de la iglesia y dependencias del monasterio. En el siglo XIX las guerras y vaivenes políticos obligan a los monjes a ir y venir del monasterio. Los soldados franceses les requisan sus pertenencias y les obligan a irse. Años más tarde la revuelta liberal les pone en la misma tesitura y el monasterio quedó como almacén, parroquia y cementerio, hasta que en el año 1.835 con la desamortización de Mendizábal se puso a la venta los bienes monásticos pasando a ser propiedad de los Arquiaga, quienes a finales del siglo XIX lo cedieron a la Archidiócesis de Burgos.
La iglesia pasó a ser parroquial y mantuvo el culto hasta la década de los años sesenta del siglo XX. El visitante cuando llega a las ruinas del Monasterio de Santa María de Rioseco siente como si años de historia, leyenda y misterio le rodearan mientras recorre la iglesia, el claustro de estilo herreriano, la preciosa escalera de caracol, la cilla o la sala capitular. Del monasterio hay varias piezas de interés que se pueden admirar en el Monasterio de Santa María la Real de Vileña y en el Museo Provincial de Burgos, además el retablo mayor de la iglesia del monasterio preside en la actualidad la capilla mayor del Seminario Diocesano de Burgos, es un retablo barroco en cuyo centro destaca la bella imagen de la Virgen María rodeada de querubines.
De un tiempo a esta parte y con motivo de festejar a las personas voluntarias que participan en la restauración y mantenimiento de las ruinas del monasterio se celebra en el domingo de la semana del voluntariado la “Fiesta del voluntariado”. Además del oficio religioso el día se completa con una comida solidaria, exposiciones y conciertos.
El Monasterio de Santa María de Rioseco estuvo habitado durante siglos por monjes blancos de la Orden del Císter, llamados así por el color de su hábito que les diferencia de los monjes del Cluny que lo llevan negro y se les conoce por monjes negros.
La iglesia del primitivo monasterio de Rioseco, Rioseco el “Viejo”, que según documentos se la conocía por Santa María de Suso, se ubicaba un poco más al norte del lugar del actual monasterio y quedaba dentro de los terrenos que este poseía y que era donde tenía parrales, de ella quedan solo algunas ruinas y el recuerdo de su nombre la iglesia de Nuestra Señora de Parrales.
En el Monasterio de Santa María de Rioseco durante los meses de julio, agosto y septiembre se organizan visitas guiadas gratuitas.
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Desde cualquier dirección lo mejor es ir hasta el pequeño pueblo de Incinillas en plena N-232, desde esta localidad parte la la carretera BU-V-5741 que se adentra en el Valle de Manzanedo. También por esta misma carretera pero en sentido contrario, desde la N-623 entre Burgos y Santader podemos llegar hasta el monasterio recorriendo parte del curso del río Ebro. Además podemos contar con el servicio de autobús que cubre el trayecto y que tiene parada en Incinillas.
Tras recorrer aproximadamente 3 Km desde Incinillas en dirección a Manzanedo encontrareis, poco después de pasar el cruce con la carretera que lleva hasta San Martín el Rojo, o poco después de pasar una pequeña presa del río Ebro si llegamos desde el interior del Valle de Manzanedo, un solitario cartel que, junto a la carretera, marca la pista de tierra que conduce hasta el Monasterio de Santa María de Rioseco. Por esta pista tan solo pueden circular vehículos autorizados por lo que tendremos que dejar nuestro coche estacionado en el pequeño espacio que existe al ras de la carretera y recorrer andado la corta, pero empinada distancia que nos separa del monasterio.
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