Donde el universo del vino se hace visible
Se encuentra situado en el municipio de Briones, La Rioja, de cuyas reminiscencias medievales, hace gala y luce orgulloso. En este entorno, bajo el abrigo de Sierra Cantabria y regado por el Ebro, el Museo de la Cultura del Vino Dinastía Vivanco se mece entre viñedos, origen y propósito de su existencia. Aunque su andadura en el tiempo no está muy lejana, pues fue inaugurado por el rey Don Juan Carlos en el año 2.004, en sus entrañas alberga siglos de historia, mostrando la importancia que el vino, desde hace más de ocho mil años, ha tenido en las culturas, religiones y relaciones humanas, siendo, porque no arriesgarse a decir, en todas ellas nexo de unión y muchas veces protagonista indiscutible. Antes de que el visitante se adentre en este moderno y acogedor edificio, un espacio abierto, donde la naturaleza juega con la arquitectura y forma parte de ella tomándole incluso la delantera y prestándole su paleta de colores y sus formas, le va sumergiendo y preparando para las sensaciones que le esperan dentro.
Un gran cuadro de un paisaje espectacular, como si de un bodegón de un famoso pintor se tratase, en el que los viñedos con San Vicente y su castillo al fondo son el óleo sobre el lienzo, es el precursor de la marquesina de entrada al edificio. El vestíbulo central es el vínculo de cohesión de los espacios y salas que conforman el museo. En la planta superior una galería con su mirador, cual torre vigía, coronan el edificio. La primera planta es la destinada al estudio con su salón de actos, Centro de Documentación del Vino o el Aula de catas. Volviendo al vestíbulo, en el que se encuentra el centro de recepción e información al visitante, el recorrido comienza con la sala de exposiciones temporales y con la proyección de un audiovisual. Luego, de sala en sala, se va mostrando como el vino desde sus orígenes ha estado ligado al hombre, su cultura y su historia, como se han cultivado y trabajado las vides, las diferentes formas en las que se ha intentado librarlas de plagas y enfermedades, la maduración del fruto y por fin la ansiada vendimia.
Después, antiguas y diferentes formas de prensas y trujales cuentan su laborioso trabajo para conseguir el preciado zumo que después de pasar por el laboratorio y la mano del enólogo, reposa en barricas dentro de la quietud de la bodega que solo se ve enturbiada por las labores propias necesarias para conseguir un vino de calidad, el mejor vino. Todo ello se hace presente en la gran exposición que estas tres salas, y durante su recorrido, van mostrando y donde los utensilios, aperos y maquinaria, corchos y barricas de diferentes robles, alambiques, aromas y esencias enseñan la evolución y complicidad que a través de los años han tenido con el vino. La visita al museo se adentra, a través de un mirador, en la Sala Octogonal de Crianza, donde los vinos esperan dentro de las barricas el estado óptimo para la comercialización. No solo la mano del hombre ha influido en la vid y sus caldos, más bien ambos han viajado unidos en el tiempo y desde sus comienzos el vino y su cultura han sido motivo de mitos y creencias religiosas además de fuente de inspiración artística.
La sala cuarta del museo recoge una gran colección de obras de arte y arqueología de diferentes épocas que van desde la Antigüedad hasta el arte contemporáneo. Poco a poco el recorrido va llegando a su final, y como todo trabajo tiene su cometido, el fin de tan cuidadoso y esmerado trabajo con la vid y su preciado zumo es el de poder degustarlo y para ello en la sala cinco se muestran más de tres mil ejemplares de sacacorchos de muy diferentes formas y tamaños, curiosas obras de arte de los cuales los primeros modelos son de finales del siglo XVIII, coincidiendo con el uso generalizado de la botella, como recipiente para la comercialización del vino, con tapón de corcho. Lógicamente la colección se completa con copas, vasos, porrones, decantadores... que desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días han estado presentes en esta liturgia de tan preciado líquido. Como colofón a tan agradable recorrido por la historia y el arte vitivinícola que mejor que disfrutar de un buen maridaje gastronómico, pues en el edificio del museo, el restaurante es una verdadera tentación, así como en su enotienda se brinda la posibilidad de transportar a casa esta buena experiencia con cualquiera de los productos que ofrece.
A tan noble edificio no le puede faltar un jardín que este a su altura y el Museo Vivanco lo tiene, es el Jardín de Baco, conformado por las plantas que a tal dios se le puede ofrecer, una gran variedad de uvas, autóctonas y no, Graciana, Garnacha, Malvasía, Tempranillo, Mazuelo.... progenitoras de elaborados caldos.
Durante muchos, muchos siglos, en épocas difíciles y de hambruna el vino ayudaba a compensar las escasas calorías de una deficiente alimentación. Aquella gente de antaño sabía que si el mendrugo de pan lo empapaban de vino podían subsistir mientras llegaban otros tiempos mejores. Esta sabiduría popular siempre ha dado pie a un gran número de refranes como el que dice que "Con pan y vino se anda el camino”.
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A Briones lo encontramos en pleno curso de la N-232 entre Logroño y Haro, también podemos llegar siguiendo la autopista AP-68 hasta Haro y desde allí dirigirnos hacia Briones. Hasta la localidad también llegan diferentes carreteras regionales como la LR-314 que une Briones con Hormilla en la A-12 entre Logroño y Burgos, a su vez la LR-210 comunica Briones con San Vicente de la Sonsierra y con la N-232a que surca la otra vertiente del valle del Ebro pasando por, entre otras localidades, Labastida, Ábalos o Laguardia. Briones tiene servicio de autobús diario en diferentes horarios que cubre la línea Logroño-Haro-Miranda de Ebro y de lunes a viernes hay otro servicio que cubre la línea Haro-Nájera. La parada del bus es en la marquesina destinada a ello. También podemos llegar en tren ya que la estación de tren de Briones se ubica en la carretera de Briones a Peñacerrada.
El acceso al Museo de la Cultura del Vino lo encontraremos siguiendo la carretera LR-210 que une Briones y San Vicente de la Sonsierra, más concretamente la entrada al recinto se sitúa cercana al cruce de esta carretera local con la N-232 a su llegada a Briones desde Logroño. Una vez en el recinto dispondremos de una amplia zona de aparcamiento donde poder estacionar nuestro vehículo.
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