Se encuentra en uno de los farallones que flanquean el arroyo Barruntia, río Laño, en la parte oeste, en la Peña del Cerro y cercano a la localidad de Laño. En un principio estas cuevas artificiales usadas por los eremitas, fenómeno que se desarrolló en la zona en el siglo IV después de Cristo, se convirtieron en un asentamiento poblacional en la época visigoda, allá por el siglo VII después de Cristo. Esta aldea perduró en el tiempo hasta el siglo IX cuando fue abandonada y sus pobladores se desplazaron a la actual Laño. Es a partir de entonces cuando las cuevas y sus alrededores se convierten en necrópolis, lugar santo que se mantuvo hasta el siglo XI cuando el conjunto arqueológico es abandonado casi definitivamente a no ser por el uso que de él hicieron en los siglos posteriores convirtiéndolo en graneros, almacenes e incluso lugares donde guardar el ganado.
Aunque el paso inexorable del tiempo, en el que la naturaleza siguiendo su curso y ayudada muchas de las veces por las manos destructivas del hombre, ha cambiado el aspecto original de Las Gobas, las trece cuevas rupestres que nos encontramos nos dan una clara visión de un pasado eremítico reconvertido en aldea para, siglos más tarde, pasar a convertirse en una necrópolis altomedieval. Junto a lo que bien pudieran ser en un principio pequeñas celdas, muchas de ellas ampliadas posteriormente para convertirse en la casa de los aldeanos, llaman la atención unas cuevas más amplias en tamaño y altura, las iglesias, con su ábside y en sus muros las inscripciones, cruces y dibujos que los anacoretas visigodos dejaron plasmadas en los siglos VI y VII y que en la actualidad son mudos testigos de un lugar donde se respira el misterio y la religiosidad.
Qué mejor que el suelo de un lugar santo para convertirse en necrópolis. En Las Gobas las tumbas se pueden ver de tres tipos diferentes, la bañera o trapezoidal, tapada con una losa, en ella se entierra en el suelo y sin ataúd, los nichos de las paredes de las cuevas, y las antropomorfas que tienen la forma de la cabeza. En segunda línea, en el farallón se observa unas amplias oquedades a las que solo se podría acceder por mediación de escalas o poleas y que bien podrían haber sido los graneros y almacenes. La Capadocia treviñesa, como así se conoce al Yacimiento arqueólogico de Las Gobas de Laño, fue declarado Bien de Interés Cultural en junio de 1.978.
Según la tradición los eremitas llevaban al extremo el ascetismo, su propulsor fue el obispo hispano Prisciliano que en el siglo IV se convirtió en el primer hereje juzgado y ajusticiado por un tribunal eclesiástico por rechazar la unión de la Iglesia con el estado imperial. Los priscilianos buscaban la perfección cristiana en la soledad, en lugares recónditos y de difícil acceso.
En el Condado de Treviño, en el Valle Santo, un estrecho desfiladero por el que discurre el río Laño protegido por sendos farallones, se encuentra una de las principales concentraciones de cuevas rupestres de la Península. Treinta y una cuevas excavadas en la roca por los mismos monjes que las habitaron en un principio. Separadas por el río y la carretera, en el farallón del lado izquierdo se localiza el grupo rupestre de Santorcaria, Santa Leocadia, virgen hispano visigoda, formado por dieciocho cuevas rupestres. Y en el farallón de enfrente, Las Gobas, con sus trece cuevas. A ambos yacimientos rupestres, con cuadros explicativos, se llega, partiendo de Laño, por senderos bien señalizados.
En Las Gobas, un poco más alejada del resto de cuevas, se encuentra la cueva de la Dotora, en la que según la leyenda vivió hasta el final de sus días una señora, de Laño, muy educada y con modales de señora distinguida y culta.
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La carretera que da acceso a la localidad de Laño la encontraremos en el trazado de la CL-127, carretera que une La Puebla de Arganzón con Bernedo.
Al Yacimiento Arqueólogico de Las Gobas se accede siguiendo un camino que parte desde la misma carretera por la que se accede a Laño, el cuál encontraremos poco antes de llegar hasta ella. Nuestro vehículo lo podremos estacionar en alguno de los pocos espacios de que dispone este camino ya que el acceso final es exclusivamente peatonal. Los últimos metros se realizan por un bello sendero sombreado por una variada masa vegetal.
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